Plaza de la Bacalá
Carmelo Manresa
Desfiladero ed. 2017
Uno de los grandes atractivos de Plaza de la Bacalá es el de recuperar un ayer nuestro muy próximo pero que, entre adanismos, amnesias hispters y colonización cultural, parece perdido en el tiempo. No hace tanto tiempo, apenas nada relativamente, a la vuelta de una esquina en el pasado, que lo que nos cuenta Carmelo Manresa, en esta obra, era una realidad cotidiana entre nosotros. Villacil, el supuesto pueblo en el que se desarrollan las vivencias recordadas recreadas y dibujadas por nuestro autor, formaba parte de una sociedad que se movía aún entre lo rural y lo urbano, sin acabar de despegarse de lo primero, sin acabar de acceder plenamente a lo segundo. Una sociedad que veía su carácter esencialmente localista perturbado por grandes cambios económicos y culturales preglobalizadores. Un pueblo grande en el que las relaciones humanas aún estaban condicionadas por la proximidad y no por el inevitable, pero aséptico, distanciamiento urbanita. Un pueblo mediterráneo, o próximo a él, con las ventanas abiertas y las calles como escenario de más sainetes que dramas y tragedias. Un pueblo con su plaza (de la Bacalá), centro neurálgico no sólo de la vida cotidiana sino también de las grandes y pequeñas historias que alimentaban el imaginario local. Ese pequeño universo que se nos describe está definido por los maravillosos yacimientos de relatos que era el Kiosco y el cine; por el salón de recreativos y el bar escenarios de continuos encuentros y desencuentros; y por la tienda del fotógrafo, el garaje y otros comercios. Todos ellos conforman un espacio social rico en personajes, con sus historias respectivas, y trabado de relaciones de carne y hueso. Personajes e historias que no son mera sombra de estereotipos, como los que saturan nuestra globalizada cultura de masas actual, sino que tienen personalidad propia. Hay de todo en ese paisanaje descrito con cariño, con la ternura de la vivencia compartida, con la empatía del que se reconoce diferente pero cercano y sobre todo igual en lo humano. Los hay con su punto de maldad, algunos son místicos, otros se aferran a sueños caducados o no. Todos ellos aportaron su granito de arena a la mitología de las leyendas locales. Y sin embargo no son triunfadores, más bien sus méritos se basan en la anti-gesta, en la dignidad del fracaso, en la comicidad del falso triunfo… No cumplen la regla narrativa de luchar por conseguir un objetivo y lograrlo, más bien al contrario, pero tienen el mérito indiscutible de haber existido, de ser tan listos y tontos, frágiles y fuertes, vencedores y derrotados como nosotros mismos, sólo que en otro tiempo, justo el que nos ha precedido. Y del que, nos guste o no, somos hijos.