Estamos todas bien de Ana Penyas es un relato de cariño entre generaciones, una puntada más en la labor de recoser la memoria colectiva. Con la particularidad de que es un relato en femenino, en el que el afecto de una nieta no sólo recupera los recuerdos de sus abuelas: Maruja y Herminia, sino que da visibilidad a vivencias de un sector social ignorado o marginado. Es una historia, como afirma la propia autora, protagonizada por personajes secundarios. Su épica cotidiana no tiene el brillo de las grandes gestas, pero si la intensidad de la batalla continua en la gestión de ese espacio social llamado hogar. Por eso, los pequeños detalles definen las situaciones, las emociones, los sentimientos, las sensaciones que pueblan las viñetas. Para hacerlo Ana Penyas utiliza el potencial narrativo de la imagen y la acertada selección de las palabras y así conseguir una cálida síntesis de lo oral y lo gráfico. Su particular grafismo, tiene la virtud de sin ser realista dar credibilidad a sus referencia sobre la realidad , así como de sugerir las atmosferas de contexto del relato. Al mismo tiempo nos acerca a los personajes y nos transmite la empatía de la autora hacia ellos.
Ana Penyas
Salamandra Graphic. 2018
Estamos todas bien es una sucesión de momentos narrativos que definen unas vidas en concreto, pero refleja también una parte de nuestra historia: la de la gran mayoría de las mujeres durante y bajo el franquismo. Con Maruja y Herminia, con sus recuerdos de “amas de casa”, recreamos un tiempo de escaseces, de emigraciones, de viviendas insuficientes y sobre todo de la precaria situación de la mujer. Sentimos las limitaciones a su autonomía personal, a su posibilidad de vivir libremente, su subordinación; pero también y sobre todo recordamos, o aprendemos según la edad, su capacidad de no sólo de resistir sino también, de dar cariño, de ser refugio seguro e indispensable para el resto de la familia y, a veces, hasta de los allegados. Como en El Ala Rota de Antonio Altarriba y Kim o Jamás tendré 20 años de Jaime Martín a través de las vivencias de las dos protagonistas recuperamos una parte esencial de nuestra memoria social, y como en esas se nos habla de lo público a través de cómo éste se manifestaba en lo privado. En sus viñetas volvemos a un tiempo en el que el apoliticismo y el miedo iban de la mano porque el primero era consecuencia del segundo. Un tiempo de dictadura en el que el miedo fue parte tan consustancial de las relaciones sociales como el oxígeno del aire. Apoliticismo y miedo que no impedían la complicidad, más o menos voluntaria, con las hijas e hijos que rompían con ese dominio, como explica la antológica secuencia en la que Herminia esconde los libros y la propaganda ilegales de sus hijas. Pero Estamos todas bien no es sólo un relato del ayer, también nos habla del presente de esas mujeres supervivientes al tiempo y a las enfermedades, de sus nuevas batallas cotidianas: la brega continua con el deterioro físico y la gestión de su soledad en ese escenario social llamado hogar.
Pepe Gálvez
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