La Transición en imágenes
En Transición es uno de los primeros libros ilustrados que se ocupa específicamente del periodo de nuestra historia conocido por ese nombre. En él, Alberto Haller, responsable del texto y editor, y Ana Penyas, ilustradora (y de la que hace unos días se reseñaba en este mismo blog su novela gráfica Estamos todas bien), se apartan del tono grandilocuente y distópico del discurso hegemónico sobre dicho periodo de nuestro pasado reciente. En el libro, juega un papel esencial el valor simbólico de las imágenes, algo que se ha convertido en una característica definitoria de las obras la ilustradora valenciana: veas, por ejemplo, cómo borra las bocas de algunos personas al dibujarlas con el evidente significado que ello trasmite (algo que también había hecho en otro de sus trabajos relacionados con la memoria histórica llamado Los días rojos de la memoria, otro excelente texto ilustrado que se puede visualizar en su parte gráfica en la página web de la autora).
Otro elemento que llama la atención en la faceta como ilustradora de Ana Penyas es un, llamémosle, recurso consistente en que los personajes miran directamente hacia quienes miramos a su vez las ilustraciones, como si estuvieran interpelándonos de alguna manera, pidiéndonos que no hagamos una lectura superficial y nos posicionemos antes las realidades que muestran las imágenes. Personajes que además, en esta obra son personas anónimas, ya que en todo momento se huye de mostrar los grandes nombres y se centra en explorar la memoria colectiva antes que los grandes hechos y fechas.
Para conocer mejor la concepción y los entresijos de la realización del libro cedemos la palabra al editor y responsable del libro, Eduardo Haller:
– Lo primero, cuenta un poco qué es Barlin Libros
Barlin Libros es una micro-editorial de no ficción que nació el pasado año 2017 en la ciudad de València. Es un proyecto unipersonal en su funcionamiento diario, que a su vez se nutre de muchas más personas eventuales. Puede que, a priori, la etiqueta «no ficción» no cuadre demasiado con el trabajo de En transición. Sin embargo, aquí lo entendemos en base a otra lógica: hay distintas maneras de narrar. La forma clásica, que en este tipo de libros es el ensayo, es obvio que tiene cabida en el proyecto. No obstante, la ilustración; el cómic, es otra manera de narrar un proceso histórico o social tan válida como «la forma clásica», que creemos que en ciencias sociales y humanidades está poco explorada en general. Ahí es donde entra el libro de Ana.
-¿Cómo surge En transición? Para quienes conozcan el trabajo de Ana resulta evidente su idoneidad para el proyecto ¿Cómo llega ella a él?
En transición nace de una idea alocada. Antes de lanzarme con la editorial, estuve viviendo en Holanda, donde hice un máster en ciencias políticas e historia contemporánea en la Universidad de Leiden, para el que escribí una tesis sobre memoria de la Transición española (su título completo es Political transition and historical memory in Spain: discourses and practices). Es un trabajo de historia oral, para el que entrevisté a numerosas personas de dos grupos distintos (aquellas pertenecientes a generaciones que sí vivieron la Transición en primera persona y en el otro, personas de mi generación y más jóvenes, que no la vivimos), indagando sobre sus recuerdos sobre el período: qué les había llegado sobre ello y cómo. Básicamente, me interesaba saber cómo se había construido el discurso hegemónico y contrahegemónico sobre ello. Después de eso, volví a España, trabajé en una editorial en Madrid, y finalmente decidí montar mi propio proyecto. Estando en estas, un día se me ocurrió una idea: la Transición ha sido muy tratada desde la academia, pero poco (o nada) desde ámbitos más «pop». ¿Por qué no sacarla del ámbito académico? Y así nació la idea, que estaba en estado embrionario. Se materializó, no obstante, cuando di con Ana. Fue en casa de una amiga en Barcelona. Ella tenía una lámina de Ana colgada en su habitación, que había comprado hacía poco en el festival de autoedición Tenderete, en Valencia. Me encantó lo que ví y le pregunté: no solo tenía aquella lámina, sino que conocía personalmente a Ana. Así que, tras informarme un poco más sobre su trabajo y ver la idoneidad absoluta del mismo, le pedí el contacto a mi amiga y le escribí. Quedamos Ana y yo para tomar unas cervezas, le expuse la idea y le encantó. Llegamos a un acuerdo en seguida. Y así nace En transición…
Me gustaría remarcar, que todo esto fue antes de que Ana ganase ningún premio o pasase a formar parte del star system nacional de ilustradoras. Yo fui el primero en contratarle un libro. La fama ya vino luego, lo cual me supone una grandísima alegría por ella, porque lo merece: es tremendamente buena.
-Una cosa que me llama la atención ¿por qué no te has acreditado como autor del texto (en la portada sólo figura el nombre de Ana)?
Sencillo: para mí, la importancia del libro está en las ilustraciones de Ana, no en el guion o el texto. La idea es que sean las imágenes las que narren. Como decía antes, ya hay mucho trabajo de texto sobre ello. Aquí el texto solo contextualiza; ayuda a entender. Pero la fuerza está en lo visual. Esa es la novedad de este libro. De todas formas, mi nombre sí aparece en los créditos del libro. No en la cubierta, pero sí en los créditos. Además, en la cubierta pone «ilustrado por Ana Penyas», dando a entender que ella es quién ilustra… No me supone ningún problema que sea así. Ella ha de ser la protagonista.
-Ha pasado poco tiempo, pero ¿habéis podido ya percibir algún feedback del libro (lo digo sobre todo porque os apartáis claramente del discurso hegemónico, grandilocuente y distópico, sobre ese periodo de nuestra historia)?
Casi todo el feedback que hemos recibido de momento ha sido positivo. El más directo, que es el que se da en las presentaciones, ha sido maravilloso. La gente se queda asombrada por el ejercicio de síntesis tan bestia que hemos logrado: resumir casi 100 años de historia en 15 ilustraciones. Cada una de ellas toma la esencia de lo que quiere transmitir, y creo que lo logra. Ese es el gran mérito de Ana: haber sabido coger las ideas que yo le transmitía, y haberles dado 20 vueltas hasta rehuir por completo del cliché.
Por otro lado, feedback negativo yo, personalmente, solo he recibido una vez. Fue en una feria del libro en la que se acercó un señor de unos 50 años y, tras ojear durante un rato el libro, comenzó a decirme que estábamos falseando la historia; que él no estaba de acuerdo con ese discurso tan poco benevolente con la Transición. Hablamos durante un rato. Yo le expuse que solo tratábamos de enfocarnos en las zonas de sombra del proceso, y que debemos tratar, como sociedad, de enmendar muchas cosas que entonces se hicieron mal. En ocasiones, cosas completamente comprensible; todo ha de verse en su contexto, claro está. Pero ya han pasado 40 años y aquí no se ha cambiado nada: todo sigue igual. Al final se marchó visiblemente molesto. No sé: yo, la verdad, es que me sentí muy orgulloso en aquel momento.
Norman Fernández