El extravío es el fantasma que recorre las páginas de Pinturas de guerra, un viaje narrativo de Angel de la Calle a un tiempo muy próximo, principios de los 80 del pasado siglo, aunque la volatilidad de la memoria , o la liquidez del presente, lo sitúen lejano. Extravío que domina la vida de cuatro de sus protagonistas: Marga (chilena), Matías ( bonaerense), Enrique (uruguayo), y Barragán( mexicano) militantes de la izquierda “revolucionaria” perdidos en el exilio, extraños en una sociedad extraña. Derrotados que intentan prolongar su combate por medio del arte en las paredes de un París que vive intentando acallar los ecos del final del mayo del 68, y su promesa de que todo era posible, y ocultar los de la guerra de independencia de Argelia. Restos de un naufragio colectivo y personal que incorporan recuerdos que envenenan su presente como supervivientes de la represión y la tortura y como miembros de un ejercito fracasado. En un presente sin el norte de la revolución imaginada y el pasado no sólo no es ningún refugio sino que los persigue con saña. Son representantes de los sueños convertidos en pesadilla de esa parte de la izquierda latinoamericana que fracasó en su vanguardista asalto armado a los cielos, o del mal planificado y ejecutado intento de escapar del infierno de injusticia desoladora, de gobernantes autoritarios y corruptos, de militares golpistas y del, casi omnisciente, dominio agobiante de los yanquis. Marga, Matías y Enrique son pintores que se convirtieron en guerrilleros, del MIR, Montoneros y Tupamaros respectivamente, que subsumieron su militancia artística en la militancia política y que en el exilio la recuperan como “autorealistas” pegando serigrafías, o fotocopias intervenidas de siempre los mismos rostros, sus autorretratos y el de Antonin Artaud. ¿Por qué? Como contestación al expresionismo abstracto yanqui impuesto con ayuda de la CIA que dice que hay que sacar al ser humano del cuadro. Para cubrir calles y fábricas con el verdadero rostro del hombre. Que el rostro hable, contesta Marga, mientras que Enrique confiesa No puedes pintar el rostro huidizo de la revolución ni de Abril, su pareja sentimental y de militancia, te autorretratas. Respuestas que se complementan con el discurso de esas imágenes (página 245) que contrastan el rostro encapuchado, anulado, del torturado y el rostro descubierto del autorretrato. La capucha niega la mirada propia y anula la ajena, niega a la víctima la consideración de persona; mientras que el autorretrato es una forma de reivindicar su historia, su existencia personal y colectiva, como parte de la Historia. Barragán es por su parte un superviviente de la matanza de la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en Mexico, también en el 68 pero en Octubre. Comparte con los otros tres el arte, la voluntad de cambio, la derrota, la represión, el exilio y el haber caminado por el Hades y conservarlo aun dentro de si mismo. Pintor que pinta sin cesar el mismo cuadro, objeto de codicia de coleccionista. Prisionero de la soledad, que comparte con un fantasma, también comparte con Enrique, Matías y probablemente también Marga que la muerte es su mejor salida a la no vida.