Reseña: Disparen al humorista

Malos tiempos para el humor

 

Darío Adanti
Disparen al humorista
Astiberri. 2016. Bilbo.
Disparen contra el pianista es, tal como indica certeramente el subtítulo, un ensayo gráfico sobre los límites del humor, el cual surge como respuesta a “percibir  desde comienzos del milenio una creciente moralización en las democracias occidentales respecto al humor y sus dichosos límites”. Su autor es el argentino-hispano Darío Adanti. orfebre de la imagen e imaginación surrealista, cofundador de la iconoclasta revista Mongolia y al que aquí conocimos con La ballena tatuada y Calavera vuelve a casa, obras a las que seguirían entre otras Vida en otros planetas, Colmillo blanco, Las extrañas aventuras del niño Dios.
El libro analiza las leyes y mecanismos del humor en los humanos como especie, así como la actual pertinaz campaña que presiona intensamente para recortar la libertad de expresión del humorista, como atestiguan el atentado contra Charlie Hebdo o los procesos y condenas a twiteros más o menos famosos.
El ensayo toma forma de narración gráfica alrededor de una tostadora, una cabeza de tronco de árbol, un gato callejero y la doctora Lunch,  personajes todos ellos “alter egos” del autor. Con ellos establece un diálogo sobre la esencia y presencia social del humor mientras recorre una especial geografía de paisajes mentales, oníricos y surrealistas. Es un viaje mental que evidencia la importancia y repercusión del humor en nuestra cultura y que en consecuencia plantea la necesidad de un aprendizaje social de su naturaleza y evolución. Así, señala por un lado el vicio de valorar un chiste sin tener en cuenta su contexto y por otro advierte de que la “corrección política, como toda censura, puede acabar perjudicando a los que pretende defender. Y es que en estos tiempos es más necesario que nunca saber mirarse en el espejo del humor, aprender a utilizarlo tanto lo privado como en lo público y sobre todo ser capaces de valorar su calidad y repercusiones. 
Cosquillas y ofensas
El humor es inherente a la condición humana, es la búsqueda natural de producir el placer de la sonrisa o de la risa, de hacer cosquillas al cerebro. El humor también es una reacción natural ante las actitudes contradictorias así como los comportamientos o ridículos que vivimos o que nos afectan. Por ello el humor ha sido, es y será usado en legítima defensa como elemento crítico, desmitificador, de los diferentes poderes, especialmente los más absolutos: religiosos, políticos, económicos, que son los más inclinados a sentirse ofendidos y a perseguir al causante del supuesto agravio.  
Sólo tiene sentido hablar de libertad de expresión si se incluye la posibilidad de ofender.
Este tuit de Albert Monteys , disidente de El Jueves y fundador de Orgullo y satisfacción, sitúa de entrada uno de los grandes peligros que soporta la libertad de expresión, en especial la que se realiza por medio del humor: ser limitada y en gran parte anulada por el concepto de ofensa. Un concepto esencialmente subjetivo que puede abarcar desde la ridiculización y la burla propia de cualquier caricatura hasta el insulto. Por desgracia nuestras leyes no acotan debidamente el terreno lo que facilita la actitud inquisitorial de una parte de la magistratura
Esto no es una pipa o la risa también es una cuestión de poder
El humor gráfico se basa en la caricatura gráfica que de entrada choca de frente con la sacralización. Cuando se dibuja a un par de príncipes en pleno acto sexual, se resalta un aspecto que le identifica con el resto de la ciudadanía. El mismo hecho de  dibujarlos en esa postura constituye un acto democrático en lo que tiene de igualitario. Ese dibujo, como advertía Magritte en su cuadro de la pipa que no era tal, no son los príncipes, sino una representación suya: como personas que no trabajan, que viven muy bien a pesar de ello y que además practican el sexo. Y sin embargo no hace falta recordar lo que pasó con la portada de El Jueves, ¿o si?. ¿En cuantos foros se repitió que era ofensiva? 
Hay que continuar hasta que el islamismo esté tan banalizado como el catolicismo. Charb. Director asesinado de Charlie Hebdo
Otro frente de conflictos de la caricatura gráfica y que se genera casi espontáneamente es el de su relación con las religiones. Sor Angutias de la Cruz, dibujada por Ja, fue uno de los personajes más populares de la revista El Papus a pesar de ser fulminada rápidamente por la censura. Ja no caricaturizó a la monja en abstracto, ni siquiera al  conjunto de las religiosas españolas de entonces, sino a un importante sector de ellas, que la historia ha demostrado que existían. La actuación de la censura entonces no vetó o castigó una ofensa sino que impidió la difusión de una crítica basada en la realidad.
El concepto de banalización al que se refiere Charb más arriba, es evidentemente laico, pero puede ser también asumido por personas con creencias religiosas, por lo que tiene de democratizador. Así el simple hecho de dibujar un concepto abstracto y todopoderoso como el del Dios de cualquier religión monoteísta, de trasponerlo a una imagen construida por medio de trazos que guía la mano humana genera una respuesta dicotómica: para unos es una blasfemia, para otros simplemente dar su propia visión de ese concepto abstracto. Cuando ese dibujo toma la forma de caricatura, humaniza la representación de Dios, le atribuye defectos, emociones, pasiones… que son los defectos, emociones, pasiones de las personas que quieren ostentar, y casi siempre, monopolizar la representación de ese Dios. La fe como toda creencia humana es una opción individual con características y prácticas que pueden, y muchas veces deben,  ser sometida al tamiz del humor, sin que ello suponga nada más que una justificada falta de respeto.  
Recordemos que el origen del primer Charlie Hebdo fue la revista Hara-Kiri.  En el número 7 adoptó el muy definitorio subtítulo de “Béte et Méchant”, ( bestia y despreciable) que expresaba su voluntad de irreverencia y de saltarse las normas de buen gusto imperantes y por lo tanto de ofender a los que imponían esos códigos. Y es que al fin y al cabo esas normas no son inmutables, responden a criterios que cambian con el tiempo y que quieren preservar valores y relaciones de poder.
Claro que el humor también ha sido utilizado contra sectores débiles, marginados o explotados de la sociedad (homosexuales, miembros de otras razas, la mujer…)  para dar una imagen de ellos/as que justifica esas situaciones . Y es que como señala Dario adanti ” lo importante en la sátira es QUÉ o a QUIÉN apunta.. QUIÉN es el que dispara …y desde que posición está disparando”.  
Por eso en las filas de los que queremos transformar la sociedad la caricatura debería ser moneda corriente, debería ser un ejercicio continuo de divertida autocrítica. Creer que por estar en el bando de los oprimidos no tenemos contradicciones, no hacemos el ridículo o no practicamos la doble moral es engañarnos a nosotros mismos y aceptar la concepción conservadora y tramposa de la ofensa.
Pepe Gálvez