IN MEMORIAM ABEL MARTÍNEZ OLIVA

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Tú, la sabiduría.
Tú, la generosidad.
Tú, la sensibilidad.
Tú, la curiosidad.
Tú, el amor…   a la humanidad. 
A su historia, a su supervivencia, a su lucha…
A su vida, a su familia, a su sacrificio…


Acero en tus entrañas de quien odia
todo lo que tú eres.
En presente, sí, porque tú vives. Vives en cada persona, 
en cada espíritu que nada en ese mar de odio a la sabiduría,
al amor, a la belleza, a la sensibilidad, al esfuerzo, al trabajo…

Has vivido en cada ser humano de las civilizaciones que has estudiado, que has amado,
en cada río, en cada bosque, en cada lago, en cada montaña y en todas las llanuras…

Abel, nombre bíblico.
Abel, nombre literario.
Abel ¿llevabas el destino a fuego y sangre marcado en tu nombre?

Nombre eterno, como tú, también eterno, infinito.
Tu muerte es nuestra muerte, la muerte de nuestros padres, 
de nuestros antepasados también.

Demasiada carga para un solo hombre en tu nombre.

“Hubiera dado mil vidas por la suya”, escucharán  
-siempre Machado- tus oídos, allí donde estés.

Siglos de civilización necesitan un Abel para que las tinieblas,
la ignorancia y el sueño de la razón
golpeen y liberen su furia, y su ira y su infierno.

¡Cuántas mentes huérfanas de tus palabras,
cuánto cabello anhelante de tus ausentes caricias, 
cuánta ausencia, cuánta nada 
donde debía haber armonía, risas, gritos, llantos y alegría!

¡Cuántas palabras de ánimo, cuánta pasión, 
cuántas esperanzas, cuántos sacrificios, cuánta ilusión, 
cuántas noches en vela… se ha llevado la sinrazón!

Tú, ABEL: senda, luz, antorcha es tu nombre.
Recuerdo perenne serás en nuestro corazones.     

Ángeles Pons Laplana, profesora de Lengua castellana y Literatura 
de  l’Institut Ramon de la Torre, Torredembarra