Els anti PISA: Qui són i on es troben?

Los anti PISA: ¿Quiénes son y dónde se encuentran?

Escuela, Sección España, Semana del 15 al 21 May. 2014, Editorial Wolters Kluwer
  • Una carta a Andreas Schleicher en The Guardian daba visibilidad la semana pasada a una larga lista de académicos que alertan de los riesgos de santificar esta prueba internacional. Critican cómo la OCDE ejerce una influencia excesiva sobre los sistemas educativos e incluso a las propias evaluaciones como un instrumento que no alcanza el objetivo pretendido
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“A no ser que la OCDE-PISA se convirtiera en el único empleador en el mundo y las notas de PISA en la única cualificación, no recomendaría a los abogados y médicos de EEUU, el Reino Unido o ninguna otra nación, sustituir las horas que dedican sus hijos a la música, el arte, los deportes, los debates o las excursiones por tutorías de Matemáticas. Por la misma razón, no es el momento aún de cerrar las piscinas, quemar los instrumentos, acabar con las visitas a los museos o despedir a los profesores de arte en los colegios de los países desarrollados”. Yong Zhao.
Con cada nueva edición de PISA, los medios solemos tender a buscar rápidamente vencedores y vencidos, países que arrasan y otros incapaces de salir del furgón de cola. Hay un espacio reservado para expertos que piden mesura al interpretar el ranking, pero es mínimo. Los días y semanas siguientes a la presentación de resultados se prestan a titulares extremos del tipo: “Los más pobres de China abaten a nuestros mejores estudiantes” (The Telegraph).
Sin embargo, el 6 de mayo, ese sector del mundo académico que anima a mirar PISA con reservas se convertía en centro de atención, gracias a una carta dirigida al rostro de la OCDE en el mundo, Andreas Schleicher, en el diario británico The Guardian. Nacida con más de un centenar de firmas de respaldo, el número de adeptos –a través de oecdpisaletter.org– no deja de crecer.
Entre ellos figura como remitente Heinz-Dieter Meyer, de la Universidad de Nueva York, autor de PISA, poder, política (2013), que acuña el concepto de soft gobernance (gobierno blando) para definir lo que la OCDE lleva a cabo mediante esta evaluación internacional. Desde Meyer al último de los firmantes, Yong Zhao, cuyo libro Quién teme al Gran Dragón: Por qué China cuenta con el mejor (y el peor) sistema educativo del mundo critica que PISA está dando al traste con reformas que abogaban por una educación más abierta en China o Japón, figuran matemáticos como Paul Andrews, de la Universidad de Estocolmo; padres preocupados por el estrés de sus hijos ante el exceso de pruebas, como Melissa Barber; o, incluso, conversos, como Diane Ravitch, que de asesorar a Bush y Clinton sobre test y rankings, se ha pasado al otro bando. Stephen Ball y Sally Tomlinson, de la Universidad de Londres; David Berliner, de Arizona, y Terry Wrigley, de la de Ballarat, son algunos de los nombres propios de prestigio que respaldan la misiva.
Tras la última edición de PISA (publicada en diciembre de 2013), que consolidaba el ascenso de los países asiáticos y destronaba a Finlandia, han proliferado los que critican el enfoque, la validez o los análisis subyacentes al informe. Pero el fenómeno no es nuevo. Ya en 2007 un grupo de 20 investigadores europeos elaboró el libro PISA según PISA: ¿Cumple PISA lo que promete?, en el que criticaban buena parte de lo que la carta de nuevo subraya: que no cubre todo lo que el alumno de 15 años debería saber, que el ranking es endeble técnicamente y, las conclusiones en torno a lo que significa un buen sistema educativo, especulativas.
En 2013, también con respuesta de Schleicher, Svend Kreiner, de la Universidad de Copenhague, cuestionaba en Times Education Supplement que PISA emplee el modelo matemático de Rasch y que, por ejemplo, Dinamarca se encuentre en un rango entre el puesto 5 y el 36 de 56 países.
Y en abril de este año, el profesor Heinz-Dieter Meyer interpelaba a Andreas Schleicher en un debate en Filadelfia acerca de estas y otras cuestiones en torno a PISA. Sintiendo que había obtenido “respuestas muy pobres”, comenzó a pergeñar la carta.
Pedagogos contra economistas
Comedidos o apocalípticos (pueden verse, en este sentido, los posts de Yong Zhao en zhaolearning.com en los que explica cómo PISA “pone al mundo en peligro”), entre los anti PISA abundan los autores estadounidenses y británicos, pero también están sobrerrepresentados los expertos procedentes de las facultades de Educación. Aunque también figuren matemáticos que se preguntan por qué Nueva Zelanda obtiene resultados dispares en Timms y PISA, o denuncian errores muestrales en Shanghái, el director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, Ismael Sanz, subraya esta procedencia mayoritaria, del campo de la Pedagogía, para explicar esta reacción académica contra PISA.
Los firmantes, acostumbrados a una visión más cualitativa de la educación, se verían amenazados por el avance de los expertos en Matemáticas, Estadística y Economía: “Hasta ahora los análisis cualitativos habían dominado la educación, sin grandes mejoras, muchas veces con una endeble base estadística o confundiendo causalidad con correlación, como cuando aseguran que la repetición lleva a los alumnos a tener peor rendimiento. Hay parte de causalidad, pero también repites porque tienes peores resultados”.
Sanz cita una lista de autores pro PISA que podrían oponerse a los anteriores: Eric Hanushek (Universidad de Stanford), Sarah Cohodes (Universidad de Harvard), Jonah Rockoff (Universidad de Columbia), John Bishop (Cornell University) o Ludger Woessmann (CESifo Múnich), entre otros. Frente a los anti PISA, que ofrecen opiniones, los pro PISA, afirma Sanz, aportan datos, una tendencia al alza en educación: “Como ocurre con los ensayos clínicos con fármacos, en EEUU y el Reino Unido cada vez es más común analizar los programas educativos con un grupo experimental, en que se aplica la nueva metodología, y un grupo de control donde esta permanece invariable, lo que permite poner en marcha las medidas con los resultados ya contrastados”.
Uno de los males que se achaca a estas pruebas externas estandarizadas es que todo gire en torno a ellas ( teaching to the test ), pero Sanz asegura que PISA no se puede ensayar y que someter a los alumnos a test, como ocurre con las CDI en la Comunidad de Madrid o distintos länders alemanes, hace que mejoren los resultados en PISA en 16 o más puntos, aunque el test tenga un enfoque distinto.
“Expertos de las universidades de Columbia y Harvard han mostrado que los alumnos que tienen mejores resultados en las pruebas externas estandarizadas tienen más probabilidades de terminar sus estudios de Secundaria, ir a la Universidad, conseguir empleo y un mejor salario. Incluso los que aluden al teaching to the test están reconociendo que sometiendo a los alumnos a estas pruebas mejora su rendimiento, pero ponen la excusa de que esta mejora es artificial”, reflexiona.
Pro PISA confeso, Sanz no cree que, si esta prueba se queda corta al limitarse a comprensión lectora, matemáticas y ciencias, haya que abortarla. La solución es ir más allá, incorporar nuevas competencias. “En 2015 se evaluará por primera vez la resolución de problemas colaborativos, en que un alumno deberá solucionar un dilema con un supuesto compañero –en realidad, un ordenador–. Y, aunque es más complejo, la IEA, que elabora Timms y Pirls, también en 2009 y 2010 midió competencias cívicas y ciudadanas. Si se miden cada vez más aspectos, ganaremos todos”, zanja.
La OCDE orientando al mundo                                                                                    
Aunque Sanz habla de la OCDE como un organismo dinámico, capaz de aprender de las críticas, y no ve descabellado que pueda incluso incorporar a sus filas a algunas de las personas que firman la carta, estas no parecen, hoy por hoy, demasiado proclives. Bajo las siglas de la OCDE, alertan, hay un gigante preocupado únicamente por el crecimiento económico, por formar trabajadores y no ciudadanos, que ha logrado que muchos países moldeen su política educativa a la medida de PISA, que asegura poder predecir el crecimiento económico en años sucesivos: “25 puntos de PISA suponen un crecimiento adicional de 0,47 puntos de PIB”, recita Sanz citando a Woessmann.
Para Meyer, un organismo que no siempre asumió esta filosofía –el Andreas Schleicher de los 90, Malcolm Skilbeck, cuestionaba el uso de comparaciones internacionales– ha acabado reduciendo la educación a una posición subsidiaria como promotora de crecimiento económico. La OCDE se extralimita, además, en su papel de asesora, con casos como el de México, donde en tándem con el Ministerio de Educación elaboró la reforma Calidad Educativa, y acudió de la mano de este país a pedir financiación al Banco Mundial.
Los anti PISA advierten del riesgo de que los países empleen los datos de esta evaluación a su antojo, pero se preguntan si en muchos casos la OCDE no es la primera interesada en la tergiversación. Hablan de una visión cortoplacista (marcada por oleadas trianuales) y de una OCDE encantada de ensalzar a países capaces de mejorar mucho en poco tiempo (Polonia, Portugal).
Con la excusa de que son los datos los que hablan, la OCDE puede etiquetar a un sistema de ineficiente porque se ha invertido mucho en educación, pero los resultados en PISA no han mejorado; o porque sus alumnos pasan muchos años escolarizados y están peor que otros. Incluso puede poner como modelo sistemas educativos como los asiáticos, porque los estudiantes tienden menos a culpar a los profesores que en Occidente, analizando el puesto número 1 en el ranking de Shanghái y el número 25 de Francia según esta variable, como Yong Zhao explica.
Pearson & McKinsey
En las últimas líneas de la respuesta de Andreas Schleicher de la semana pasada, que los anti PISA tildan de “evasiva”, hace referencia a la multinacional Pearson. Los firmantes la acusan, junto a otras compañías, como The Princeton Testing Company, que se encargará de la próxima ronda, de sacar partido, comercializando libros de texto, pruebas estandarizadas, asesoría, análisis…, todo volcado en PISA.
Sostiene Meyer que en una línea cada vez más difusa entre lo público y lo privado en EEUU, donde Pearson ha conseguido un currículo centralizado en los diferentes Estados, les han llegado cartas a directores de centros con un encabezado conjunto: por un lado, el Departamento de Educación; por otro, el de Pearson, y un número de teléfono que remitía a la multinacional. Sus intereses, añade Meyer, están conectados con los de la consultora McKinsey: “que marca las pautas de la reforma educativa orientada a la eficiencia y Pearson provee todo lo necesario para su puesta en marcha”.
Ismael Sanz considera desmesurada la importancia que conceden los anti PISA a la presencia de la multinacional en la prueba: “Pearson es uno de los miembros del consorcio de PISA 2015, con un séptimo del contrato. Muy mal le iría si dependiera de lo que obtenga por PISA. Y no parece muy plausible en la empresa responsable del Financial Times o The Economist”.
Aunque sean tildados de conspiranoicos, los anti PISA seguirán emitiendo señales de alarma. Incluso invitando a la OCDE a que detenga la próxima ronda o animando a los países a no participar. “No creo que naciones como Perú ganen nada por saber que están a la cola. Su problema no es hacer sus escuelas como las de Singapur”, culmina Meyer.
EN ESPAÑA…
Las posiciones en España no están tan enconadas como en EEUU o el Reino Unido. El INEE cuenta con sus expertos de cabecera a la hora de defender las pruebas externas (sobre todo procedentes de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada –Fedea– o del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas), y colectivos como el Foro de Sevilla han alzado la voz contra el reduccionismo a que conducen, pero no se puede hablar de pro y anti PISA.
Brindusa Anghel (Fedea) está entre las voces que ven una relación coste-beneficio positiva en los exámenes estandarizados. Incluso cita a la Comunidad de Madrid, donde desde 2004 los alumnos pasan la prueba CDI, como ejemplo. “Los padres tienen en cuenta cada vez más los resultados de esta a la hora de elegir colegio para sus hijos. Su introducción ha contribuido al aumento de la competencia entre los colegios y estoy segura de que muchos han mejorado su rendimiento académico debido a esta prueba”, analiza.
Por el contrario, Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, lleva desde 2008 cuestionando hasta qué punto PISA logra los objetivos que se propone y ve en ella una herramienta “buena en lo descriptivo, deficiente en lo explicativo y básicamente irrelevante como guía de acción”.
Como él, José Saturnino García, sociólogo de la Universidad de La Laguna, valora la calidad técnica de PISA –“ser anti PISA es como ser anti bisturí”– pero teme las tergiversaciones en su nombre: “La OCDE está básicamente compuesta por economistas, y a medida que ha aumentado la complejidad de PISA cada vez se ha reclutado a más, muchos sin demasiado conocimiento de educación. No solo están aplicando herramientas de su campo, sino modelos teóricos, simulando que la educación funciona como los mercados”.
Portavoz del Foro de Sevilla, Carmen Rodríguez, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga, critica un modelo “que globaliza la tendencia de los países a guiarse por la lógica del mercado, convirtiendo la educación en instrumento de producción de capital humano, cuyas raíces se encuentran en los discursos sobre la necesaria convergencia política educativa desde 2000 en Europa”. La LOE ya bebía de este modelo, y la Lomce lo calca, asegura.
Miembro de este foro, Jordi Adell, profesor de la Universidad Jaume I de Castellón, también clama contra la homogeneización: “Se debe educar para cambiar el mundo, no para adaptarse a él. La capacidad de PISA para orientar a los sistemas a un mundo mejor es ninguna. Funciona como una guía Parker de la educación. Como se dice que algún día todos los vinos acabarán gustándole al señor Parker, algún día todos los sistemas educativos acabarán gustándole al señor Schleicher. Convierte a la OCDE en Ministerio de Educación del mundo”.
Formadora de equipos directivos y convivencia, Nélida Zaitegui dice lo que PISA se deja fuera: “La autonomía e iniciativa personal del alumnado, su competencia para aprender de manera autónoma, para convivir positivamente, abordar conflictos, gestionarse a sí mismo y otras competencias necesarias para incorporarse con garantía de éxito en la sociedad del conocimiento, compleja y cambiante. Estamos perdiendo el norte si nos limitamos a lo que mide PISA. Preparar al alumnado para los retos que le esperan es mucho más que eso”.
“La polémica de la semana pasada no es una pelea entre académicos por hacerse con la parte de ningún pastel, es una cuestión de visión del ser humano, de la educación, del mundo, y quienes firman saben que su carta se asienta sobre el malestar de muchos docentes”, concluye Adell.